
La noche del viernes invocamos al temido Ciervo y no nos defraudó. Empezamos la fiesta en casa de Martín con la ya habitual preparty. La excusa esta vez era el cumpleaños de Javi. Después de tomar unos sandwiches/emparedados y unos nuggets abrimos las botellas de Jägermeister y El Ciervo empezó a cornear al personal. Una vez estaba la gente calentita se prohibió la CocaCola en casa de Martín y el ron causó estragos. La expedición se dirigió (lo más recta posible) hacia el piso de Javi donde nos sacamos fotos con todo el mundo. Se llenó el garito hasta el punto que nos tuvimos que ir al Caio a degustar unos Chilivodkas. Después de media hora confusa en el bar haciendo amistades autóctonas nos volvimos a Yliopistokatu 16 con más ganas de liarla. El camino de vuelta fue una odisea en la que pudimos oir desde flamenco hasta Oliver y Benji en japonés. Una vez llegamos al portal dio comienzo nuestro ya famoso espectáculo de canciones populares y bailes regionales. Todos los estudiantes de intercambio bajaron al portal a animar el cotarro pero no nos hacía falta apoyo, El Ciervo seguía con nosotros. Después de aventuras variadas por los pasillos Vicente decidió que era la hora de abrir Vicentino´s y la fiesta se trasladó a su piso. Pocos minutos después, Batista se creció y empezó a invitarnos a todos a un trago en su casa (que también es la mía). Batista nos sorprendió con su extraña manera de entender el Paquito Chocolatero, algunos se tuvieron que tirar al suelo porque no aguantaban la risa de pies. Aparecieron las turcas al olor del alcohol y de la carne fresca y estuvimos en el cuarto de Batista hasta que los vecinos nos echaron. Volvimos a Vicentino´s y aguantamos el tirón de la Ramona, el tractor amarillo, etc. hasta que nos llamó Batista para decirnos que se le habían olvidado las llaves dentro de casa (como cada vez que se emborracha). Martín estuvo a punto de acoger a un pobre turco que andaba vagando por Yliopistokatu debido a que su compañero de piso (de cuyo nombre no me deja acordarme) estaba en casa con compañía. Al final todo se arregló y Martín acabó acogiendo a un pobre vasco que no le apetecía caminar hasta su lejana morada. Conclusión de la noche: si invocas a El Ciervo, préparate para la fiesta (y sus cornadas).